martes, 7 de julio de 2009

¿Podría decirme dónde estoy?

Una escala inesperada, pero que al fin me ganaría un día más de subsistencia. Planas que recoger y una clase a la que asistir después. Salgo del taciturno edificio en la calle Luz… advirtiendo que mi recorrido habitual se ha descompuesto. Me altero y pienso. ¿Pesero o metrobús? Un tramo en el último y luego veremos…

El camión decía Plateros y de oídas supe que podría acercarme a mi destino. Pero el nombre me remite a un pueblo de formadores de espadas y armaduras. Me distraigo mientras el vehículo se escurre penosamente por avenidas sin tiempo, y luego se lanza furioso por un espacio abierto, haciendo saltar todo lo que se opone a su paso.

Transcurren los instantes, los pasajeros bajan aquí, después allá. Los últimos rayos del sol hacen lo mismo. Yo reflexiono y caigo en que los Plateros son de Taxco. El chofer mira al retrovisor con fastidio…

Sucedió entonces. En una esquina bajó el último de los pasajeros conscientes. El camión continuó conmigo a bordo, corriendo a través de los últimos terrenos en los que el mundo alcanzó a tener escenografía. Y al fin llegó, al lugar que el Artífice ya no quiso moldear, a donde el Arquitecto se negó a levantar cualquier monumento, a donde solo el polvo acompaña el desconcierto de los que se han perdido.

Mas ni aun así dejé de divagar. “¿Alguien podría decirme donde estoy?”, pensé y recordé los mapas del metro que dicen “Usted está aquí”. ¿Por qué no tomé el metro? Por extraño que parezca, nunca puede uno perderse en las entrañas de las grandes ciudades. Uno se pierde afuera, donde la numeración salta del 10 al 120 y luego al 4, y donde siguiendo una flecha se llega a dar con otra que apunta en sentido opuesto. Y yo, que en realidad nunca sé bien donde piso, continuaba en el único camión que iba al fin de la metrópoli, de la comunidad, del mundo; al límite de los terrores, los pleitos, los crímenes y los sueños.

No pude resistirlo. Al llegar al lugar donde una grúa sostenía el último trozo de cielo sucio me bajé. Le di la espalda al fin de todas las cosas. A lo lejos miré hacia el gran distribuidor, donde los autos habían encendido millones de estrellas. Y recordé, “todos están perdidos, pero fingen que no”. Me tranquilizó unirme a los otros en el extravío. Sin enfado, sin temor, con la tranquila conciencia de que no llegaría a donde tenía que estar, me lancé a los brazos de esta ciudad laberinto.

6 comentarios:

Gabriela dijo...

No todos los plateros son de Taxco, en Chiapas yo conozco a varios.

Violeta Vázquez-Rojas dijo...

Una vez tenía dos visitas. Cada una venía de un lugar diferente del mundo, y los dos habían pasado por la desesperante experiencia de haberse perdido en el DF. Una de ellas estaba contando cómo fue: "Es que si yo tomo el pesero hacia el norte en la salida izquierda del metro, la lógica indica que si voy al sur..." El otro la interrumpió sacudiendo la cabeza en silencio: "No. No" -agregó contundente: "No hay lógica. En esta ciudad, el que piensa con lógica se pierde", le dijo en su idioma.

Trompetista de Falopio dijo...

Tienes razón, dentro de la ciudad es difícil perderse, porque la ciudad está llena de señales: flechas, letreros, dibujos. "Chapultepec hacia la izquierda," "Periférico hacia la derecha," "La Bombilla es la siguiente parada," "Chilpancingo es la estación de la avispa." ¿Alguna vez leíste "las ciudades y los signos" de Italo Calvino?

Itzel dijo...

Violeta, qué buena historia y cuánta razón la de tu visita. El domingo buscaba mi casilla que estaba ubicada en el número 1444 de tal avenida. Comencé a seguir la numeración de los 100, luego pasó a los 200, pero luego siguió a los 1500 y después bajó a 60. Terminé por preguntar y caer en que el 1444 estaba entre el 1575 y el 12. Intentar aplicar la lógica simplemente nos congela.
Trompetista, sí lo he leído, ¡gracias por recordármelo! A veces me pierdo por no recordar que cuando nos fallan los nombres y los números, ahí están los símbolos.

Autor dijo...

Precioso, me encantó...
Lo de la numeración y sobre todo lo de ""todos están perdidos pero fingen que no"".
Por eso lo mejor es no salirse de su caminito (eso ni yo le creo, je)

Esponjita dijo...

vaya... lo de los números me pasó una vez en un barrio muy popof... y lo de popof viene a cuento porque no había ni un alma en la calle para preguntarle por qué la única regla que respetaba la numeración es que a la izq estaban nones y a la derecha pares... pero era del 4 al 890 al 76... pensé en que había una lógica de números primos o algo así, pero luego me di cuenta de que esa gente era tan rica, que se daba el lujo de comprar hasta el número que más les gustara.

Somos creaturas de esta mosntruópolis. Si un día alguien declarara públicamente que todos estamos perdidos, habría mejor que quemarlo como aquél que dijo que el universo no tiene centro... ya ves: esas son las consecuencias del infinito. (Ya le llegará a la ciudad su Zaratustra)

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