jueves, 30 de julio de 2009
Brevísima Ciudad de municipios: rancho grande de ranchos grandes
La Ciudad esta vez va a ser Mi Ciudad, y a ella le dicen Guadalajara. Pero tal vez tampoco voy a hablar sobre ella. Hay un mote para abreviarla en los periódicos, quizá sea frío "pero se entiende", y es entonces que con más frecuencia me acostumbré a no tener que interpretar una segunda y una tercera vez las letras ZMG. Zeta-eme-ge: Zona Metropolitana de Guadalajara (Así que esto es mi vida).
La ZMG está conformada por Guadalajara, El Salto, Tlajomulco de Zúñiga, Tlaquepaque, Tonalá y Zapopan, y para los turistas de El Montonal les traigo un pedazo de ellos, en forma de dulce de leche o rollo de guayaba.
Para empezar me sobran y me faltan los clichés y se me va de las manos el conteo de palabras óptimas para terminar con bien mi cachito de post. Entonces prefiero platicar sobre El Salto, bonito nombre para un municipio que antes se llamaba El Salto de Juanacatlán. Bonito nombre para un municipio no muy hermoso. Y aquí inserto mis recuerdos: Tenía 14 años y era en estas lluviosas fechas del año cuando fui a una de sus colonias: Las Pintitas. Los que conocen allá saben que un área se llama Las Pintas de Arriba y otra que se llama, oh sí, usted adivinó: Las Pintas de Abajo. En aquellos años mi mamá tenía una troca vieja de 1986, y con las lluvias de la temporada la presa de Las Pintas (en la que dicen que antes podías pescar mojarras) se desbordó y casi-casi no logramos llegar a la casa de la mamá de La Chispa, una niña que, atenta a las modas noventeras, a sus 11 años presumía un mechón rubio y decía "qué chispa".
Tlajomulco de Zúñiga: Tlajomulco de Zúñiga no tiene la culpa de que yo la recuerde como cómplice de mis antiguas infidelidades, la culpa la tendría que tener yo. Pero vamos, Tlajomulco también se inserta en mis recuerdos con sus caminos polvorientos rodeados de ladrilleras, el olor a pollo rostizado a la entrada (y el periférico, tan ruin, también a la entrada, a la salida), los perros callejeros por montones y las colonias de viviendas malhechas que el más-ruin-que-el-periférico-Vicente-Fox inauguró en el 2004, entre otros detalles feos como las ejecuciones, y otros detalles bonitos-chuscos como el recorrido turístico al cerro donde recientemente cayó un avión. (?)
Luego tenemos a Tlaquepaque y Tonalá, las hermanas artesanas. En ellas se forman en varias filas las esculturas, adornos, ropa, vajillas, muebles y no-adornos (es que hay cosas re feas) de barro, vidrio soplado, cerámica, bejuco, hierro forjado, yeso, piel, etcéteras. Para el que sabe o para el que no, en Tonalá se compra barato, en Tlaquepaque caro. Tonalá para mayoristas, Tlaquepaque para turistas. Tonalá tianguis y puestos de comida, Tlaquepaque oropel y restaurantes adornados con papel picado en los que tocan dos o tres mariachis: que el mariachi femenil, que el mariachi huichol... medio falso el ambiente folclórico, pero allí está para eso. (aunque el mercado y la azotea del Centro Cultural El Refugio hagan la diferencia. ¿La hacen?)
Zapopan, o Ciudad Zapopan, como casi nadie la llama, a excepción de los que la quieren mucho o los que se están burlando. O no, pero oh, Zapopan es muy lindo. No me canso de mencionar que la basílica de Zapopan es una chingonería de la arquitectura, y frente a ella su explanada en la que hace tiempo tocó la Sonora Dinamita y fui para presenciarlo (o para bailar, pero no sé bailar). Esa ocasión Margarita (la que canta) gritó varias veces una que otra majadería. Ahorita no recuerdo bien, pero digamos que fueron "chingado" o "méndigos". Entonces, a medio concierto nos anunció que el obispo de la basílica había mandado decir que no se dijeran palabrotas, a lo que Margarita contestó algo como: "¡Pues ya no digamos más groserías, chingada madre, todos vamos a bailar!" Y bailamos, sacrílegos.
Pero para hablar de Zapopan me voy a tardar, es casi como platicar sobre Guadalajara, o lo mismo que hablar de Guadalajara, porque, digamos que Zapopan es muy grande, más que Guadalajara, y que está lleno de contrastes entre marginación y plazas comerciales siempre nacientes, y de colonias con nombres divertidos como Jardines de la Patria o Arenales Tapatíos. O cerros conocidos como El Diente (al que nunca he ido) o un bosque con un nombre muy bonito: El Nixticuil.
Por último, en Guadalajara está mi casa, que no es mía, es rentada. Pero es donde vivo y aunque le digan rancho no lo he abarcado todo. La Zeta-eme-ge se me escurre por los dedos, muchas veces. Y cuando no, me sorprendo comiendo una torta ahogada (pero no echándole porras a Las Chivas, no vayan a exagerar). Cuando la extraño, paraíso gay (paraíso heterosexual luego) es cuando, de seguro, llevo dos días sin salir de mi cuarto, en un puntito de la ZMG.
martes, 28 de julio de 2009
Infinito
Aunque el Filósofo Aristóteles haya prohibido la existencia de infinitos en acto, y el rebelde Giordano Bruno haya concedido su existencia siempre y cuando se asuma que de ese infinito nadie puede escapar (pues lo llamamos universo, y por ser infinito, sólo puede haber uno), yo, señoras y señores, puedo afirmarles, sino asomo de duda, que ambos filósofos se han equivocado: dentro del infinito y único Universo existe otro más pequeño, pero no por ello carente de las propiedades del infinito legítimo.
Yo he estado ahí. Y he podido escapar sinnúmero de veces de sus imposibles linderos; aunque siempre me ocurre como en los sueños: jamás nos damos cuenta del instante en que dejamos la realidad y entramos al mundo de lo onírico. Así, justo así, me encuentro insensiblemente del otro lado de lo infinito cuando un Estrella Blanca o un ADO tratan de escapar a su fuerza gravitatoria. De alguna manera lo consiguen y entonces, por el módico óbolo de unas cuantas horas, nos hayamos en esos pueblos, ordenados y limpios, que nuestros paisanos se atreven a llamar su ciudad, sin saber si quiera el verdadero significado de esas palabras (¿o será que ésta es la que ya no es más ciudad, y debemos buscarle un nombre apropiado? ¡qué se yo! Megalópolis ya es poca cosa. ¿Infinitópolis? Llamémosle, mejor, Monstruópolis: único individuo de su especie, pues ¿cuántas infinitudes como ésta caben en el Universo?)
Sus habitantes desesperan algunas veces y marcan límites artificiales a su prodigiosa ciudad. Pero ¿cuántas veces no cruzamos la falsa línea que dice “Ciudad de México, Buen Viaje”, y, burlándose de nuestros urbanistas a carcajadas, Monstruópolis se extiende sin limitación que pueda contra sus potencias geométricas?
El matemático Cantor demostró que hay infinitos que caben dentro de infinitos. Él, claro, hablaba de números, y sus demostraciones jamás pasaron del papel y el lápiz. Pero quizás la evidencia experimental del prodigio por él imaginado se halla aquí. Porque aunque éste sea un infinito acotado, pues puede ubicársele en el mapa, posee propiedades que sólo un infinito tiene. He aquí las pruebas que he conseguido reunir:
a) Ninguno de sus habitantes la conoce toda entera. Ni el taxista veterano más aventajado está libre del potencial peligro de la exigencia de algún pasajero por llevarlo a un lugar totalmente ignoto.
b) Aunque siempre frecuentemos los mismos lugares, como el centro (¡cómo ese infinito se atreve a poseer un centro!), jamás veremos dos veces las mismas caras. ¿Cuántos millones de rostros nuevos y siempre nuevos nos encontramos cada sábado que vamos a caminar por Francisco I. Madero? Lo prodigioso es que el prodigio ya no nos sorprenda.
c) Los prodigios mencionados por Monsiváis: en el vagón del metro se resisten a perder su principio de individuación la infinita cantidad de almas que caben dentro del tren de las ocho de la mañana, línea uno, dirección Observatorio.
Y de éste último prodigio queda claro que nuestras propiedades corpóreas han sido afectadas por habitar en tan misteriosa ciudad. Porque sólo así, siendo infinitas en número las almas que habitan una superficie que se presume finita, se explica nuestra falta de imaginación: no es que ella sea poca, sino que todos los pensamientos posibles, pasados, presentes y futuros, por más que sean, por más apabullante que sea su número, es finito. Y cada pensamiento está condenado a repetirse infinitas veces a causa del infinito número de almas que habitan esta ciudad. Por eso, como lo relata el mismo Monsiváis, aún el pensamiento más excéntrico es compartido por millones en un mismo instante.
Quizás no sea la ciudad la prodigiosa. Quizás los que ya dejamos de ser individuos somos nosotros. Porque el infinito posee sus propias paradojas. ¿Cómo saber que, cuando al fin regresamos a casa y con alivio comprobamos que la llave aún abre la cerradura, y que adentro nos espera el mismo gato… es efectivamente el mismo gato, y la misma cerradura, y el mismo hombre?
¿y si fuera que, al ser Monstruópolis la suma de sus lugares infinitos, pero al ser simultáneamente finito el número de modos y posibilidades de vida, hemos caído inadvertidamente en otra casa, gato y hombre iguales?
viernes, 24 de julio de 2009
La ciudad y sus habitantes.
No conozco muchas ciudades. Pero sé que en otras, como en ésta, alguna mujer se detiene entre la multitud para mirar un par de zapatos a través de la vitrina, una pareja sale del hotel acostumbrado y se pierde en las calles, el comerciante ofrece sus productos al paisano y al extranjero, la familia gasta sus ahorros en comprar lo necesario para dar una gran fiesta, los que vuelven de la oficina se dirigen a un bar, los que vuelven deslomados se dirigen a un tugurio miserable, una mujer se prueba el vestido de novia, la puta vuelve a casa después de la jornada, un vagabundo habla solo, algunos entran en la casa de dios y otros celebran, con nostalgia, a los viejos dioses desterrados.
Fotografía: Mijael Jiménez.
miércoles, 22 de julio de 2009
Mímesis
lunes, 20 de julio de 2009
La Ciudad de los Poetas (OVERTURE)
Al estar ya en mi casa mientras me preparaba un modesto sándwich me detuve un instante entre la mayonesa y el jamón como si el soplo más leve de un hielo seco recorriera mi cuerpo de abajo hacia arriba, y recordé esa imagen de aquel rostro infantil, aquel rostro golpeado y muerto; y me puse a pensar inmediatamente en mi hermano el cual tiene la misma edad que tenia aquella victima, y si tal vez el pudo ser la víctima y no aquel desconocido infante.
Pero estos pensamientos no inverosímiles son cada vez más comunes y tendrán que ser aceptados ya que aquí en esta ciudad así es como se vive, día y noche sus calles ven el ciclo de la vida pasar efímeramente y en donde los justos son un personaje más de televisión. Así se vive aquí en la ciudad que me ha albergado por casi toda mi vida y una tregua nos mantiene vivos todavía, esta es “La Ciudad de los Poetas”.
viernes, 17 de julio de 2009
Ciudad de cal
fluye la ciudad
como en caricatura
una esquina
un hotel
una plazuela
con una fuente seca
todo
oscuro
oscuro
todo
con una fuente seca
una plazuela
un hotel
una esquina...
*
Miras
el puente
con sus barandales amarillos
y el camellón
ínfimo
intermedio
esperando al peatón equilibrista.
*
andar la misma calle
cada vez,
como si fuera otro país
otros los zumbidos
de los coches pasando,
otras las sombras
alargadas
de los mismos edificios
otras las mujeres
hundiéndose en nuestros dedos
aunque sean siempre
la misma
triste.
otro el abismo
pero no
el mismo país con sus bardas
pintarrajeadas
de los mismos aerosoles baratos
con la misma simpleza
entre los trazos
el mismo país
con nuestras madres
con sus hijos
(nuestros)
abandonados
en el mismo parque
donde descubríamos
de niños
parejas que se besaban
tras los árboles
cruzar maravillados
la misma amplia
plaza
en la que se repite
el organillero
con sus notas.
sábado, 11 de julio de 2009
Arqueología
viernes, 10 de julio de 2009
Si bien dicen... bueno, la verdad nadie dice nada.
Para más información: mi nombre es Elsa y por 21 años (que... eh.. resulta ser mi edad actual) he vivido en el D.F. específicamente dos delegaciones que, desde mi punto de vista, resultan ser totalmente contrarias: Iztapalapa y Benito Juárez. Y digo que son contrarias porque, aunque sólo llevo 4 años en la d. Benito Juárez, he aprendido mucho de este lugar. Por ejemplo, en Iztapalapa no eran raras las noticias de que entraron a la casa de la vecina, le robaron sus pocas cosas y la violaron. Acá en la Benito Juárez el kilo de fresas te sale como 40 pesos (o más, pues). En iztapalapa venden unas cemitas deliciosas y acá en la Benito Juárez una torta de tamal ronda por los 15 pesos (bueno, no me gusta el tamal, así que tampoco me voy a matar por eso). En iztapalapa los vecinos eran muy amables, acá te echan indirectas y creo que la vecina de enfrente es amante de un tipo importante en la política. Ambos lugares me han dado lindos recuerdos, Iztapalapa se llevó 17 años de mi vida, go figure. Así que, como pueden ver, en 21 años, y con un historial de vivienda en dos delegaciones (y las que faltan, supongo), siento que mis raíces familiares me asentaron en los extremos que pueden darnos una ciudad como esta, la Ciudad de México.
Sin embargo, pese a que mi hogar (al menos el que la familia me ha dado) está en estas dos delegaciones, lo cierto es que mi vida se desglosa en todas partes: Mi universidad, mi vida juvenil, la razón de mi angustia adolescente, la razón de mi futura úlcera péptica, los lugares a los que me gusta ir a caminar, el lugar donde estoy aprendiendo a andar en bici, la banca donde comí un helado y creí ser feliz, el lugar donde por primera vez besé y pensé que todo acabaría bien: ese conjunto de lugares soy yo y son producto de conocer la ciudad, ya sea por primera vez o regresar a un lugar por el mero gusto de hacerlo.
Y claro que en mi vida futura me veo aquí. No sé ustedes, a mi sí me gustaría mi departamento en la condesa, nada escandaloso, un lugar que pueda hacer mi propio hogar. Y digo esa colonia porque vi un departamento que grita mi nombre, sin embargo yo no puedo responderle, porque no tengo dinero, no trabajo y, lo peor: alguien más ya lo tiene. Pero hey, los sueños rotos también son comunes en una ciudad como esta, en una vida común y corriente. Y me sigo viendo en una ciudad.
Aunque tampoco creas que no he llegado a odiar esta ciudad. El tráfico, la basura, las construcciones, las cosas inútiles que pasan, el stress: me hacen morir un poco por dentro. Pero también resulta que esas cosas son rutina, que hasta quejarse ya es anticuado. La gente que también vive en la ciudad sabe que a fin de cuentas son cosas con las que tienes que aprender a vivir, casi como las exigencias de una religión: humanamente imposible. Pero hey, sigo aquí. Y sí, porque quiero; tal vez porque no soy de las que les guste el cambio. Pero bueno, qué le voy a hacer. Esta ciudad es mi hogar, al menos hasta que sea una de esas personas que les gusta el cambio.
miércoles, 8 de julio de 2009
Hyperícum perforatum
Y la pinche vieja del mostrador me vio con su sarcástica jeta de: “claro, otra que no está deprimida”.
¡Ah, la Gran Ciudad!
Podría empezar esta entrada con las referencias hoy día casi obligadas de Sin City: (con voz áspera, aguardentosa) “esta ciudad me va matando poco a poco y sin embargo somos amantes” o algo así; u otra referencia de moda, los Watchmen: “esta ciudad me teme porque he visto su verdadero rostro”… pero mas bien me la ahorro porque esto es tan solo una breve reflexión de mi relación con la ciudad… la Gran Ciudad.
martes, 7 de julio de 2009
¿Podría decirme dónde estoy?
El camión decía Plateros y de oídas supe que podría acercarme a mi destino. Pero el nombre me remite a un pueblo de formadores de espadas y armaduras. Me distraigo mientras el vehículo se escurre penosamente por avenidas sin tiempo, y luego se lanza furioso por un espacio abierto, haciendo saltar todo lo que se opone a su paso.
Transcurren los instantes, los pasajeros bajan aquí, después allá. Los últimos rayos del sol hacen lo mismo. Yo reflexiono y caigo en que los Plateros son de Taxco. El chofer mira al retrovisor con fastidio…
Sucedió entonces. En una esquina bajó el último de los pasajeros conscientes. El camión continuó conmigo a bordo, corriendo a través de los últimos terrenos en los que el mundo alcanzó a tener escenografía. Y al fin llegó, al lugar que el Artífice ya no quiso moldear, a donde el Arquitecto se negó a levantar cualquier monumento, a donde solo el polvo acompaña el desconcierto de los que se han perdido.
Mas ni aun así dejé de divagar. “¿Alguien podría decirme donde estoy?”, pensé y recordé los mapas del metro que dicen “Usted está aquí”. ¿Por qué no tomé el metro? Por extraño que parezca, nunca puede uno perderse en las entrañas de las grandes ciudades. Uno se pierde afuera, donde la numeración salta del 10 al 120 y luego al 4, y donde siguiendo una flecha se llega a dar con otra que apunta en sentido opuesto. Y yo, que en realidad nunca sé bien donde piso, continuaba en el único camión que iba al fin de la metrópoli, de la comunidad, del mundo; al límite de los terrores, los pleitos, los crímenes y los sueños.
No pude resistirlo. Al llegar al lugar donde una grúa sostenía el último trozo de cielo sucio me bajé. Le di la espalda al fin de todas las cosas. A lo lejos miré hacia el gran distribuidor, donde los autos habían encendido millones de estrellas. Y recordé, “todos están perdidos, pero fingen que no”. Me tranquilizó unirme a los otros en el extravío. Sin enfado, sin temor, con la tranquila conciencia de que no llegaría a donde tenía que estar, me lancé a los brazos de esta ciudad laberinto.
lunes, 6 de julio de 2009
La ciudad o su reverso
Yo no sé qué es la ciudad porque el pez es el último que sabe que vive en el agua y yo nunca he vivido en otro lado. Es más, no sé la ciudad de qué es antónimo. ¿Qué es lo contrario de la ciudad? ¿El campo? No lo creo, porque conozco ciudades en el campo y he visto el campo adentro de las ciudades. ¿Un pueblo?
Yo crecí en una ciudad que, ahora que recuerdo, era un pueblo -y lo sigue siendo- con su banda de viento en el kiosko, su café de parroquianos, sus beatas de misa de siete. Después cambiaron los camiones por microbuses y pusieron un Liverpool y todos decíamos "Ahora sí es una ciudad", y sí, sí era, pero no por eso sino porque ya lo había sido desde hacía más de quinientos años. Los pueblos como el mío son ciudades aunque no sean metrópolis. Y las metrópolis a veces no son más que la suma de muchos pueblos.
Ser ciudad tampoco depende de las dimensiones ni del número de habitantes, porque conozco ciudades pequeñitas, minúsculas, y ciudades desiertas también: ciudades donde nadie habla.
La ciudad no lo es por su tamaño ni por su infraestructura, sino por su diversidad: ciudad es todo lugar a donde haya llegado por lo menos un extranjero. Entonces todos salen a sus puertas y se le quedan viendo, y se preguntan ése qué vende, ése a qué viene, a quién conoce, por qué habla tan raro. Así empiezan a decir "nosotros somos iguales y él es diferente" y en eso surge la ciudad. Toda ciudad, por definición, fue fundada por un extraño. Incluso hay ciudades que no tienen otra cosa más que desconocidos.
Lo contrario de la ciudad es el cementerio.
jueves, 2 de julio de 2009
Nerón Ñerón
Ciudad es: un cielo estrellado caído en la tierra que forma un mar de luces eléctricas, un laberinto de caminos y muros que protegen tesoros y esconden un mapa-calendario, formado por torres construidas sobre templos antiguos que fijaron el ritmo del tiempo y el espacio. Es mercado y refugio de mercaderes, es cuartel, escuela, plaza con fuentes, jardín, hospital, cárcel y basurero. Es cruce, fin y comienzo de rutas, y pensamientos. Acuerdo de citas que se vienen sucediendo desde el comienzo de la historia y se proponen continuar los ritos, los intercambios, las transformaciones y los descubrimientos, si la fortuna y la técnica coinciden para permitirlo. Una ciudad ética tiene que ser estética. ¿será? no tengo idea... me gusta como suena. Porque antes aquí no había nada de lo que hay ahora, era la hierba y el agua corriendo, y me pregunto ¿de dónde habrá salido tanto? En algún lugar debe haber un hoyo inmenso, o muchos de distintos tamaños, de dónde sacaron todo lo que aquí pusieron.
miércoles, 1 de julio de 2009
EL MONTONAL
¿De qué trata este blog? Se preguntarán sus mercedes. Y los autores contestamos: trata sobre todo aquello que se pueda escribir, fotografiar o hacer caricatura: infancia, literatura, mal de amores, cine, chachachá, reformas universitarias, marcianos, modas, filosofía, sexo, anarquismo, los ochenta, juegos, arte posmo, los noventa, capitalismo, inventos, traumas, tradiciones, ex novi@s, utopías, superhéroes, minifaldas, viajes, luminarias y algunas piradeces. Como quien dice: bienvenidos a este montonal de cosas.
Primer tema: La ciudad.
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