viernes, 14 de agosto de 2009

Materia gris y tres equis

La casa de mis tíos era grande. En ella vivía también mi prima. Yo calzaba del veinte pero tenía unos patines del veintiséis, que usaba en los interiores de las casas, pero aún más, en los interiores de esa casa. Mi tío trabajaba mucho, mi tía se iba al gimnasio, mi prima tenía unos patines, yo tenía unos patines y en la sala había un estéreo. Era la época de la canción de Short Short Man y mi parienta no dudaba en repetirla a todo volumen, hasta que se le ocurrió lo de meternos a husmear al cuartito. Era una habitación chiquita bajo las escaleras, donde estaba la caja fuerte, que contenía contratos, credenciales y revistas porno. Para ella, la que no era yo, estaba implícita la invitación a violar el cuartito, y conmigo de acompañante y cómplice, hojeamos muchas de las publicaciones "para adultos".

No recuerdo una foto en especial, ni los desnudos totales, ni las poses, ni las historias. Más bien la hazaña de entrar al lugar prohibido, el "a ver si no nos cachan". Y no, nunca. Cuento con los dedos de una mano las veces que estuve dentro del cuartito, porque luego dejé de ver a mi prima, pero poco tiempo después, en las siestas sobre las carreteras, soñaba clichés sensualones de película gringo-mexicana de acción: que yo, de veintitantos años y bastante atlética, salvaba de la explosión al Museo de Historia Natural de no sé qué metrópolis, y que un galán me recompensaba con besos y caricias. Ni yo entiendo por qué aquello se me quedó grabado, o por qué me gustaba tanto pensar la escena así. En esa infancia, hasta allí llegaba yo con mis historias "eróticas", que después, un día como hoy, o más bien hoy, en el desvelo parcial (¿hay un desvelo total?) me da por soltarlas a los cuatro vientos.

Para no asustar al lector que se asusta, mi objeto porno más porno reside más en la imaginación que en los puestos de revistas o las sex shop. Aunque, se supone que así es la cuestión y a nadie le da susto. Por suerte.

2 comentarios:

fosfocito dijo...

Ay, me encanta tu etiqueta de Freud se fue por cigarros!!

Enrique Arias Valencia dijo...

Muy buen realato. ¡Saludos!

Seguidores