
Prometí no volver a hablar de Aristóteles. Pero por ahora no tengo cabeza para otra cosa: sufro con una tesis sobre el Filósofo y la interpretación que de él hicieron los medievales. Y, bueno, dado que el tema de esta nueva serie de posts tiene que ver con juegos, erotismo y conexos, creí que sería imposible entrar en resonancia. Pero ¡nada!, que los eruditos medievales también tenían sus horas cachondas. Y como no tenían para jugar nada más que sus vetustos y áridos libros... pues jugaron con ellos.
Por azares del destino encontré una leyenda medieval donde se cuenta cómo Aristóteles cayó seducido por la mujer de Alejandro Magno. La leyenda tiene varias versiones: en una es la mismísima reina, en otra una esclava hindú.
Mi calenturienta mente no tuvo capacidad de generar un cuento ni obra propia. Sólo atiné a traducir una de las versiones de la leyenda. De esta versión surgió una narración francesa en el s. XVIII, que inspiró tanto a algunos versos de López Velarde como un cuento del amadísimo Juan José Arreola: "El lay de Aristóteles".
(y mientras batallo, sudo y sufro con el Estagirita, cada vez que me encuentro con otra aristotélica que lo padece -y que lee en sus páginas una y otra vez cómo la mujer es inferior, etc, etc... le propongo montarnos en Aristóteles y fundar el club de las dominatrix aristotélicas)
Les dejo la traducción: ojalá sea de su agrado.
Alguna vez Aristóteles le enseñó a Alejandro que debía contenerse de cohabitar frecuentemente con su esposa -quién era muy hermosa- para que su mente no entorpeciera a su buen sentido. Y cuando Alejandro obedeció sus palabras, la reina, al percatarse (y afligida), comenzó a atraer a Aristóteles hacia su amor. Y para atraerlo deambuló muchas veces con los pies desnudos y el cabello suelto frente a él.
Al fin, atraído, comenzó a solicitarla carnalmente. Y dijo ella: "No lo haré en absoluto sino hasta que vea una señal de amor, para que tú me pruebes: por ello ven a mi recámara, reptando sobre manos y pies y cargándome como si fueras un caballo, y entonces sabré que no me estás engañando". Al haber consentido con sus condiciones, ella, en secreto, le contó lo ocurrido a Alejandro, quien esperó el momento justo para atraparlo portando a la reina. Cuando Alejandro quiso matar a Aristóteles, éste, para disculparse, le habló de esta manera: "Si así accedió un anciano muy sabio a ser engañado por una mujer, puedes ver que bien te enseñé que puede ocurrirte esto a ti que eres un joven."
Al escuchar esto, el rey lo soltó y se inició en las doctrinas de Aristóteles.
Promptuarium exemplorum. Iohannes Herolt